jueves, 22 de septiembre de 2011

La historia de Clementina




Clementina fue la primera computadora para fines científicos llevada a la Argentina. Funcionó entre 1961 y 1971 en la Universidad de Buenos Aires.
La computadora llegó a Buenos Aires el 24 de noviembre de 1960, y meses después empezó a ser utilizada en el Pabellón I de la nueva Ciudad Universitaria, en Núñez. Como hubo que entrenar técnicos y reacondicionar la sala, la computadora entró en servicio efectivo en enero de 1961.

El lenguaje de programación utilizado era Mercury Autocode, especialmente desarrollado para este modelo. Sobre Clementina se creó el primer lenguaje de computación argentino, llamado COMIC. Fue creado por Wilfred Durand, quien tenía que trabajar en horario nocturno por su mal carácter, y estaba adaptado a problemas hidráulicos.
La computadora prestó servicios para varias dependencias del Estado, trabajando en cálculos astronómicos (verificación de los cálculos manuales hechos por el astrónomo ítalo-argentino Francisco J. Bobone sobre el pasaje del cometa Halley en 1904), modelos matemáticos de cuencas fluviales y econométricos, desarrollo en computadora del método de camino crítico (CPM), estudios de mecánica del sólido, problemas lingüísticos y problemas estadísticos. El jefe de mantenimiento fue el Ing. Jonás Paiuk, miembro del Instituto de Cálculo.
El nombre de Clementina surgió de una canción popular inglesa que producían modulando el pitido que emitía la máquina. A pesar que luego le hicieron modular tangos, le quedó el nombre de esta primera canción.
Clementina siguió funcionando hasta mediados del año 1971, cuando su mantenimiento por falta de piezas se hizo imposible. El 6 de Junio de 1971 se publicó en la revista dominical del diario La Nación una nota titulada "Una lágrima por Clementina" que daba detalles sobre el desmantelamiento de la computadora y su reemplazo por una a comprarse en una nueva licitación, cosa que no ocurrió dado que el proceso licitatorio fue cancelado.
Posteriormente a su desmantelamiento, los restos fueron dispuestos para su eliminación como simples residuos. Tan sólo unos pocos módulos fueron rescatados por personal técnico de la facultad antes de que se los vendiera como chatarra, y aún los conservan como piezas de colección.

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